Medio Oriente y ausencia de paz, una realización de Diego Sívori (2007)

Ausencia de Paz

Por Diego Sívori


El ciclo de la violencia en Oriente Medio continúa. Miles de civiles libaneses, israelíes y palestinos han quedado en el medio del fuego cruzado entre el ejército de Israel y las fuerzas del grupo armado libanés Hezbollah “Partido de Dios”, ubicadas al sur del Líbano.

Desde los últimos acuerdos de cese de fuego entre Israel y Palestina, el Medio Oriente estaba pasando por una especie de paz armada en la que ambos parecían haber llegado a un punto de diálogo, pero el 12 de julio de 2006, un enfrentamiento en la frontera entre el Líbano e Israel reabrió un conflicto que se mantenía latente. La crisis la desató un ataque de Hezbollah sobre el territorio israelí en el que dispararon decenas de cohetes 'Katyusha' y proyectiles de mortero. Al menos ocho soldados israelíes murieron y la milicia chií libanesa apresó a dos militares hebreos. Israel calificó el ataque, sucedido en una región invadida por sus militares, de 'acto de guerra'. En ese momento, se inició una nueva escalada de violencia en la que el pueblo palestino pasó a otro plano pero que despertó ciertos odios y temores en todos los pueblos árabes.


Si bien al conflicto ya conocido entre Palestina e Israel se le ha sumado otro actor, el Libano, es indispensable entender los inicios de un problema que se inicia a principios de siglo XX y que aún no parece tener fin. Es necesario saber cuál es el origen de la discordia entre los dos pueblos más antiguos de la historia humana. La intolerancia, la religión y el poder han encontrado allí su escenario eterno.


La problemática es compleja y la aparición del pueblo judío en tierras sagradas lo es aún más. La creación del Estado de Israel encuentra su origen en el colonialismo inglés. La historia, que recurre periódicamente al empleo de eufemismos para encubrir el rigor de una dominación, lo denominó ‘protectorado”. Palestina fue ‘protectorado del ejército de Gran Bretaña durante la Primera Guerra.


Francia, por su parte, ejercía, y continuó haciéndolo por largos años, el ‘protectorado’ del Líbano, patria de los fenicios, situación que preocupaba a los ingleses. Y aunque las grandes potencias de ese entonces prometieron establecer estados independientes y democráticos en toda la región, correspondió al secretario de Asuntos Exteriores del primer ministro británico Lloyd George, Arthur Balfour, echar por tierra las promesas hechas en ese sentido a los palestinos. El destino de los palestinos comenzaba, de esa manera, a definirse de acuerdo a los intereses de las grandes potencias en la región.

Los conflictos recrudecieron bajo el protectorado inglés, en 1929, cuando las ideas sionistas radicales comenzaron a expandirse tras la aparición de un movimiento nacionalista dirigido por Vladimir Jabotinsky. Multitud de judíos comenzaron a llegar a Palestina. En 1933, los movimientos sionistas entregaron la conducción política colectiva a David B’n Gurión, hombre de ideas socialistas, pero a la vez profundamente nacionalista: bajo su dirección se inició la construcción del Estado de Israel.

Los conflictos entre judíos y palestinos recrudecieron. Inglaterra, que mostraba abierta simpatía hacia los primeros, nada hizo por impedir los enfrentamientos. Los palestinos estaban atemorizados ante el permanente aumento de la inmigración judía: no ignoraban que, en 1933, alcanzaban apenas a un 18,9 % de la población y que en 1936 habían subido a un 27,7 %; y puesto que Inglaterra seguía apoyándolos, descubrieron así que su verdadera enemiga era aquella. Los enfrentamientos entre palestinos e ingleses comenzaron a desatarse con saldo de muertos y heridos, en tanto el ‘socialista’ B’n Gurión, a pesar de instalar ‘kibutz’ (o granjas colectivas) a la manera de la triunfante revolución soviética, se radicalizaba más y más a favor de los suyos.

Estas relaciones, manifiestamente extrañas, se mantuvieron por largos años. El estado israelita se había construido sobre la base de la unión de las asociaciones sindicales, campesinas (‘kibutz’), industriales y bancarias; era un estado corporativo, pero ante los ojos del observador ingenuo, aparecía como un ‘estado socialista’.

La proclamación del Estado de Israel, refrendado por las Naciones Unidas el 11 de febrero de 1947, aumentó las tensiones; la hegemonía mundial de Occidente pasó a manos de Estados Unidos y éste comenzó a sustituir tanto a Inglaterra como a la URSS en el carácter de ‘protector’ del estado judío; los enfrentamientos comenzaron a ser frecuentes y muchos palestinos comenzaron a huir a Jordania, Líbano y Siria. La llamada ‘Guerra de los Seis Días’, evidenció el apoyo de Estados Unidos al estado israelita, y si bien constituyó un triunfo bélico de proporciones para las potencias occidentales, contribuyó a hacer más difícil la convivencia.

Así, pues, a partir de su constitución como Estado, Israel ha sido el enclave de Occidente en Oriente. Las viejas aspiraciones de los cruzados se han cumplido, finalmente, en pleno siglo XX y ‘los lugares santos’ vuelven a quedar en manos judeocristianas. Poco o nada importa el destino de los habitantes de Palestina: se trata solamente de ‘infieles’ cuya situación política y económica no debe causar mayor preocupación a las potencias occidentales.

Puede, de esta manera, entenderse por qué nació un movimiento como ‘Al Fatah’, que lideró Yasser Arafat hasta su muerte en 2005 y otro, mayor aún, llamado Organización para la Liberación de Palestina OLP; puede, también entenderse el por qué del Movimiento de Resistencia Islámica ‘Hamás’, cuyo máximo dirigente fuera Ahmmed Yassin, asesinado por las tropas israelíes en 2005; Yassin yacía, desde hacía varios años, enfermo, en silla de ruedas.

Los diversos movimientos palestinos, que participaban dentro de la Organización para la Liberación de Palestina OLP, también bajo la conducción de Yasser Arafat, alcanzaron notables logros en la lucha por obtener el reconocimiento del estado palestino. Cuando ya pudieron comenzar a elegir sus autoridades y Arafat fue reconocido como presidente de esa nación, tanto el movimiento‘Al Fatah’, que integraba la OLP, como sus propios líderes mostraron su debilidad: no sólo incumplieron las promesas hechas a las masas palestinas empobrecidas, sino se involucraron en acciones ilícitas. Muchas de las ayudas que llegaban de Occidente para levantar la infraestructura del futuro estado se perdían, en tanto comenzaban a acumularse severas denuncias de corrupción cometidas por funcionarios del gobierno. No sucedió lo mismo con el Movimiento de Resistencia ‘Hamás’.

Para nadie es desconocido el hecho que, en varias oportunidades, el estado israelí intentó asesinar a Yasser Arafat. El objetivo de tales operaciones no era sino obtener que Mahmmud Abbas, su lugarteniente, más proclive a satisfacer las exigencias de Occidente, pudiese quedar a la cabeza de la nación musulmana. Existen, incluso, dudas acerca de las circunstancias que rodearon la muerte de Arafat, ocurrida finalmente en un hospital de París. Mahmmud Abbas es un personaje extraño; no sólo cuenta con la simpatía norteamericana e israelita, sino se le vincula a los servicios secretos estadounidenses. Era casi obvio que las últimas elecciones resultasen ampliamente adversas a ‘Al Fatah’, y el Movimiento de Resistencia Islámica ‘Hamás’ tomase el lugar que otrora ocupara el partido de Arafat.

Fundado en 1987, con el decidido apoyo de los ‘Hermanos Musulmanes de Egipto’, ‘Hamás’ es un movimiento de la resistencia palestina que, a diferencia de los demás, ha sabido traducir en la letra y en la práctica las más sentidas aspiraciones de su pueblo. ‘Hamás’ realiza acciones atrevidas; sin embargo, lo que obtiene en sus operativos raras veces lo emplea para sus propias necesidades, sino entrega a los sectores más golpeados de la sociedad: ‘Hamás’ ha desarrollado un extenso trabajo social que incluye, entre otras cosas, hasta la creación de recintos hospitalarios para los palestinos. Pero tales operativos jamás han contado con las simpatías de Occidente.

Por el contrario. Las acciones de ‘Hamás’ han servido para agrandar la presión de Estados Unidos e Israel a la población mundial en orden a calificar de ‘terrorista’ a dicha organización. Han ayudado en tal sentido dos circunstancias: la primera de ellas es que los sectores palestinos más golpeados por la miseria y por el asesinato de niños en las ‘Intifadas’ se organizaron, bajo el amparo de ‘Hamás’, en las llamadas ‘Brigadas de Ezzedin Al Qassam”, cuya militancia está decidida a practicar la inmolación con tal de llevarse al mayor número de judíos consigo; y la segunda es que la comunidad internacional, en especial la Unión Europea, ha cedido frente a las rogativas de Estados Unidos.

Así, ‘Hamás’ ha pasado a ser considerado, por la ‘comunidad internacional’, un movimiento ‘terrorista’ más. A pesar de esa circunstancia, de todas maneras ganó las elecciones de 26 de enero de 2006, obteniendo para sí 76 de los 132 escaños del parlamento palestino, lo que le ha permitido recabar para sí el derecho de designar a su primer ministro, actualmente, el militante y dirigente de esa organización, Ismail Haniya; el partido de Yasser Arafat, ‘Al-Fatah’ sólo alcanzó a obtener 43 puestos.


Sin embargo, de nada ha servido al Movimiento de Resistencia Islámica ‘Hamás’ ganar democráticamente el gobierno de la nación palestina: desde enero de 2006, fecha en que resultara vencedor de los comicios electorales, el gobierno israelí ha dado inicio a una sistemática tarea de eliminar, uno tras otro, a los líderes de esa organización, con excepción de quienes ocupan los cargos de gobierno.

Sin embargo, esta idea no ha sido emprendida por el gobierno israelí de manera discrecional. Por el contrario: la calificación de ‘terrorista’ que del Movimiento de Resistencia ‘Hamás’ hizo la Unión Europea tras la presión de USA, fue su factor determinante. Israel tiene, hoy, la ‘excusa jurídica’ para realizar el ‘asesinato selectivo’ de opositores, y los organismos internacionales pueden incorporar a sus textos legales el asesinato político como forma eficaz de asegurar la ‘paz’ en el planeta.

El arsenal de alta tecnología del ejército israelí le permite matar a quien quiera que sea, en sus oficinas, en sus automóviles, en sus hogares. El artífice de esa macabra tarea ha sido el general Dan Halutz, Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas israelíes, quien dispuso el empleo exhaustivo de todo el instrumental militar disponible para el cumplimiento de la misma. La idea nació en su mente en 2002, cuando decidió lanzar una bomba de una tonelada sobre un edificio de Gaza, a fin de eliminar a Salah Shehade, uno de los tantos dirigentes de ‘Hamás’. La bomba explotó destrozando el cuerpo del líder palestino y a otras catorce personas que se encontraban en el inmueble.

Así es, desde que el soldado fue tomado prisionero el 25 de junio, el ejército israelí ha matado a más de 250 palestinos, civiles inocentes en su inmensa mayoría. Eso además del desenfrenado bombardeo y destrucción de infraestructura civil en Gaza, incluidos puentes, colegios, calles, edificios gubernamentales, barrios residenciales y la única central eléctrica de Gaza. A pesar del soldado capturado, está claro que la principal fuerza motriz tras la escalada de la agresión israelí es destruir, o al menos debilitar seriamente, el gobierno dirigido por Hamas por rechazar rendirse ante Israel.

Al bombardear repetidamente la sede del Primer Ministro palestino, del Ministerio del Interior, y al detener también en masa a los ministros del gobierno palestino y a los diputados en Cisjordania, Israel ha demostrado que su gran prioridad es destruir o paralizar el gobierno palestino. upuestamente vinculadas con la resistencia armada.

Esta política manifiestamente criminal de destruir hogares civiles es un crimen de guerra bajo el derecho internacional- es una extensión de las anteriores prácticas israelíes contra los palestinos por las que se dedica a destruir los hogares y negocios de personas .

Israel parece confiar en que, en caso de no conseguir derribar al gobierno de Hamas, sus políticas al menos provoquen la guerra civil entre Fatah y Hamas. Es una equivocación. Efectivamente, cada vez está más claro que el intensificado conflicto inter-palestino evolucionará pronto hacia una nueva Intifada contra Israel. Tanto Hamas como Fatah son conscientes de que sólo pueden conservar el apoyo de sus bases mediante la lucha contra los ocupantes israelíes, causa y raíz de la miseria y sufrimientos palestinos.

De ahora en adelante, cualquier intensificación de la agresión israelí en Gaza y Cisjordania podría bien provocar el resurgimiento de la Intifada de Al Aqsa o incluso el estallido de un nuevo tipo de Intifada, caracterizada, al menos en parte, por una violencia similar a la de Al-Qaeda. Incluso organizaciones como Hamas y la Yihad Islámica parecerían moderadas comparadas con lo que podría entonces surgir.

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